Anuria.
Anuria. Ya he hablado de la diferenciación esencial que debe hacerse ante todo, entre anuria y retención de orina (Þ). Una intensa oliguria puede, en un momento determinado, hacer temer una anuria. Hablaremos con certeza de ésta cuando, después de medio día sin micciones, el cateterismo denuncia que está, prácticamente, vacía la vejiga. La anuria, muchas veces, no da, por el momento, ningún otro síntoma; otras, se acompaña de dolorimiento o de dolor insoportable de la región lumbar.
A) Anuria en la litiasis renal. Es un accidente muy raro. Fácil de diagnosticar, por el previo acceso de cólico (Þ). La anuria se produce: o, excepcionalmente, porque ambos uréteres se obstruyen por cálculos bilaterales; o porque el riñón del lado no litiásico sufre una inhibición refleja; es dudoso que esta inhibición puede ocurrir si el riñón está enteramente sano. De todos modos, la anuria de la litiasis renal no puede casi nunca considerarse como una anuria por obstrucción pura, pues, casi siempre hay elementos funcionales, de inhibición renal. Es muy llamativo el accidente: al terminar el cólico, la orina no reaparece, pudiendo esta anuria durar varias horas o varios días, terminando por la muerte. Se acompaña de dolorimiento lumbar vago, sensación de tenesmo, a veces con expulsión de mínimas cantidades de orina hipodensa, albuminúrica, piúrica o hematúrica. El estado general se conserva relativamente firme durante un primer período de latencia, que puede durar hasta alrededor de una semana. Después, si no se restablece el flujo urinario, empiezan las manifestaciones nerviosas (astenia, angustia, cefalea) y digestivas (vómitos, lengua seca), el hipo, etc.; y dos o tres días después, empieza el síndrome urémico, con somnolencia, convulsiones, etc. La duración de la fase de tolerancia puede ser tanto menor cuanto más lesionado estuviera el riñón. El diagnóstico de la anuria litiásica suele ser evidente, por la clínica y por la radiografía.
B) Anuria por lesiones tumorales de la pequeña pelvis:
1. En el cáncer de la vejiga, la anuria puede sobrevenir tardíamente, por obstrucción de la desembocadura de los uréteres; pero, casi siempre, lesiones renales desarrolladas durante el curso del proceso (infección ascendente, por éxtasis urinario) contribuyen a la anuria. Pueden excepcionalmente verse casos de cáncer infiltrado en los que la anuria es un accidente relativamente precoz; mas, en general, el diagnóstico del cáncer está hecho con anticipación.
2. Lo mismo puede decirse de las anurias que se observan, a veces, en la fase final del cáncer uterino. Excepcionalmente, en mujeres muy descuidadas, los accidentes urinarios ocurren antes de que se haya hecho el diagnóstico ginecológico.
3. Grandes quistes ováricos pueden ocasionar anuria, también en fases avanzadas y, por tanto, sin valor diagnóstico.
4. Lo mismo puede decirse del cáncer del recto y del cáncer de la próstata.
C) Anuria en las enfermedades del riñón. En estos casos, la anuria es un fenómeno puramente secretorio, de parálisis de la función renal:
1. En las nefritis agudas, como las sobrevenidas a frigore o las de la escarlatina, septicemias u otras infecciones, la anuria se presenta, ya bruscamente, ya precedida de una fase de oliguria con orinas hiperdensas, hematúricas, ricas en cilindros, etc. El diagnóstico no ofrece duda.
2. En las nefropatías crónicas (glomerulonefritis crónica, esclerosis renal, pielonefritis, cáncer renal), el síndrome oligúrico y anúrico sobreviene, ya en la fase terminal, ya en fases relativamente precoces, latentes, del proceso, por agudización brusca de éste a consecuencia de infecciones sobreañadidas (por ejemplo, una ligera angina), de cansancios y, sobre todo, de enfriamientos (la mayoría de las nefritis consideradas a frigore son nefritis latentes agravadas por el frío) o de medicaciones intempestivas, etc. La anuria de las nefropatías crónicas suele ir precedida de oliguria y de síntomas preurémicos; pero, otras veces, la poliuria es bruscamente sustituida por la anuria, con el coma subsiguiente. El riñón poliquístico tiene una especial tendencia a la anuria.
3. Necrosis tubular aguda. Origina una insuficiencia renal aguda, oligoanúrica y urémica en su primera fase, seguida de una fase poliúrica. La disionía es importante. Las causas de la nefropatía actúan según dos mecanismos principales: nefrotóxico o isquémico, con afectación tubular necrotizante y respetando los glomérulos; la isquemia lesiona también la membrana basal con tubulorrexis. El riñón de sublimado es paradigma clásico de la necrosis tóxica y el riñón de shock-posthemorrágico o en el «crush syndrome», posquirúrgico o séptico, etc., lo es del mecanismo isquemicoanóxico. La «nefropatía del aborto» provocado suele ser de origen mixto: séptico, hemorrágico, hemolítico y reflejo (Vannotti).
Concretamente deben repasarse las siguientes etiologías:
a) Anuria en los procesos deshidratantes. Aparece en las fases finales de la diabetes, insuficiencia hepática, caquexia cancerosa, insuficiencia suprarrenal, hipertiroidismo, etc., por la inhibición funcional del riñón, generalmente con lesiones concomitantes, latentes del parénquima. En general, en todos los estados de shock hipovolémico (por deshidratación aguda, grandes hemorragias, etc.) o hipotónico (shock séptico, cardiógeno, etc.)
b) Anuria en las quemaduras. Desde luego, en las extensas, pero también, algunas veces, en las no excesivamente graves.
c) Anuria en las intoxicaciones, terapéuticas o intencionadas, por sustancias diversas, principalmente las sales mercuriales; menos veces, por el salvarsán, el acetato de plomo, el sándalo, las sulfamidas, diversos sueros, sal de acederas, etc.; véase el capítulo de Intoxicaciones, (Þ).
d) Anurias postoperatorias o postraumáticas. Estas anurias, como todas las anteriores, deben hacer pensar siempre en una predisposición patológica del riñón. Pueden aparecer después de diversas intervenciones quirúrgicas, principalmente en las de los órganos genitourinarios; quizá tan sencillas como una exploración cistoscópica o un cateterismo; en un caso mío, después de una paracentesis en un cirrótico. O bien, después de contusiones abdominales o lumbares. También en el síndrome de aplastamiento —«crush-syndrome»— y otros shocks traumáticos aunque no haya pérdidas hemáticas.
e) Anuria postransfusional. Es decir, por administración de sangre incompatible.
f) Anuria en las enfermedades vasculares. Así en el aneurisma disecante de la aorta abdominal, en las embolias y trombosis bilaterales de las arterias renales, etc.
4. La anuria histérica, se consideraba últimamente dudosísima; pero los datos más recientes demuestran que un estímulo psíquico puede, en efecto, producir la vasoconstricción y la anoxia de la corteza renal, con anuria.
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