Leucemias crónicas.

Leucemias crónicas.  Son las más frecuentes. El estado hiperplásico del tejido leucoblástico, con aparición en la sangre periférica de un número elevadísimo de leucocitos, puede asentar o en la médula ósea (leucemia mielocítica o granulocítica) o en los ganglios linfáticos (leucemia linfocítica).

     A) Leucemia mieloide crónica (leucosis mielocítica crónica):

     1. Afecta, generalmente, a adultos (treinta a cincuenta años). Casi siempre, el enfermo percibe su trastorno por síntomas diversos, vagos, que no inducen frecuentemente al examen de la sangre, pudiendo diagnosticarse con etiquetas banales; de estos síndromes precoces, los más comunes son: astenia, adelgazamiento; dispepsia; epistaxis, menorragias u otras hemorragias; prurito; artralgias; priapismo; esplenomegalia, que puede ser precoz o tardía (Þ); en un caso mío, la manifestación primaria fue una canicie súbita y precoz. Estos síntomas, completos o incompletos, combinados de varios modos, más o menos precoces, forman el fondo del cuadro clínico. A ellos se añade: aspecto anémico (que puede tardar mucho en aparecer); eccemas u otras dermatosis; bronquitis crónica, pleuresía hemorrágica; ascitis, a veces quilática (Þ); hemorragias retinianas; vértigos; orina urática; hiperuricemia, a veces con accesos de gota (Þ) y, más raramente, con cólico nefrítico (Þ); osteoporosis; febrícula o fiebre continua, irregular (Þ), metabolismo basal muy aumentado (disminuye después de esplenectomía); el bazo es enorme, a veces doloroso, a consecuencia de brotes de periesplenitis; el hígado suele estar hipertrofiado y duro; es rara y tardía la linfadenia. A veces, hipertrofia parotídea o lagrimal. En la sangre hay: anemia generalmente isocrómica, con normoblastos, eritrocitos basófilos, reticulocitos, anisocitosis y, al final, megaloblastos, recordando, pues, el cuadro rojo de la anemia perniciosa; plaquetas muy aumentadas al principio, disminuidas después; gran leucocitosis (50.000, 100.000, 500.000 o más), con mayoría de polinucleares neutrófilos; predominio de monocitos sobre los linfocitos; aumento variable de eosinófilos y células cebadas; mielocitos neutrófilos (15 a 30 por 100 o más), y, en menos cantidad, mielocitos basófilos y eosinófilos; corto número de mieloblastos, que se acentúa conforme avanza la enfermedad. El diagnóstico, ante la imagen sanguínea, es muy sencillo. Puede ayudar, en casos dudosos, la determinación de la fosfatasa alcalina de los leucocitos, que está disminuida en la leucosis mieloide crónica.

     2. En ciertos casos, el típico cuadro clínico con gran esplenomegalia puede coincidir durante algún tiempo con leucocitosis normal y escasísimos leucocitos anormales: estas formas aleucémicas o subleucémicas de la leucemia mielocítica pueden ser de difícil diagnóstico, confundiéndose con otras esplenomegalias, si el examen de sangre no se realiza y se interpreta por un buen experto, el cual casi nunca dejará de hallar elementos anormales que justifiquen el diagnóstico. La inyección de adrenalina (contracción del bazo y expulsión de su contenido hacia la sangre periférica), así como el estudio del mielograma (Þ), facilitan mucho el diagnóstico en estos casos dudosos.

     3. Se describen, según el cuadro hematológico, tres variedades de la leucemia mielocítica: la leucemia neutrófila, la habitual, en la cual predominan los elementos leucocitarios, normales o anormales, neutrófilos; la leucemia basófila, en la que hay un aumento considerable de los elementos basófilos (15 a 50 o más por 100), y la leucemia eosinófila, en la que se observan numerosos elementos eosinófilos (30 a 50 por 100). La neutrófila es la más importante; pocas veces se puede hablar de leucemias basófilas o eosinófilas.

     B) Leucemia linfocítica crónica (linfadenosis crónica o leucemia linfática crónica):

     1. Es también enfermedad de adultos; pero puede aparecer en personas en la fase evolutiva; o, por lo menos, manifestarse clínicamente en ella, siendo lo probable que, en estado de latencia, existiera desde mucho antes. Su síntoma fundamental es la hipertrofia de los ganglios linfáticos, muy llamativa, cuyos caracteres han sido ya expuestos (Þ); esplenomegalia discreta y tardía (Þ); hipertrofia habitual de las amígdalas; diversas dermopatías, con infiltrados subcutáneos sobre todo en la cara (Þ,  Þ,  Þ,  Þ y Þ); son raros los dolores óseos y rarísima la diátesis hemorrágica; menos frecuentes que en las mielocíticas, las artralgias y las manifestaciones hiperuricémicas, gotosas. Hay, sin embargo, casos con gran intensidad del síndrome purpúrico y curso relativamente benigno (caso mío, en un niño que parecía normal, salvo algunas petequias y artralgias; se descubrió la leucemia, en un análisis accidental, durante una infección). En general, los caracteres clínicos permiten sólo sospechar el diagnóstico; su diferenciación de otras linfadenias, sobre todo de la linfogranulomatosis, sería clínicamente muy difícil; pero el cuadro hemático es decisivo: anemia isocrómica o hipocrómica, discreta, menos intensa que en la leucemia mielocítica; aumento del número de leucocitos (también, por lo común, más moderado que en la mielocítica: de 20 a 80.000, rara vez hasta 150.000); gran predominio de los pequeños linfocitos (hasta 80 o 90 por 100), con pocos polinucleares, neutrófilos, eosinófilos y basófilos; rarísimos monocitos; rarísimos mielocitos; disminución o normalidad de las plaquetas. Pueden presentarse infecciones intercurrentes, con disminución de inmunoglobulinas y síndrome de falta de anticuerpos; pero predominan las virosis, como el herpes zóster. También pueden aparecer colagenosis (AR, Sjögren, lupus) y anemias hemolíticas autoinmunes.

     2. Como en la leucemia mielocítica, hay formas, con un cuadro hemático poco característico, que se titulan aleucémicas o subleucémicas; pero aquí también exámenes escrupulosos y repetidos de la sangre permiten pronto orientar el diagnóstico, así como el examen del mielograma (Þ) y de una biopsia ganglionar. Gracias a estos análisis, sabemos hoy que buen número de estos casos de supuestas leucemias crónicas, mielocíticas o linfocíticas, del tipo subleucémico, que antiguamente se denominaban con el incorrecto título de seudoleucemias, son en realidad, adenitis tuberculosas, y sobre todo linfogranulomatosis.

     3. Se describe una variedad de leucemia linfática, muy rara, con un número anormalmente grande de células plasmáticas (leucemia de células plasmáticas): (Þ), pero es mejor considerarla aparte, como una forma leucémica del plasmocitoma.



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