Origen de la embolia.
Origen de la embolia. Diagnosticada la embolia, debe investigarse su causa. El émbolo puede haber partido de una de las lesiones siguientes:
A) Endocarditis valvular o parietal. La endocarditis valvular aguda es la causa más frecuente de este grupo y deben buscarse sus signos (Þ) en toda embolia durante una fiebre. Las endocarditis crónicas suelen dar lugar a embolias, con mucha menos frecuencia que las endocarditis agudas, febriles; entre éstas, la más embolígena es la endocarditis lenta (Þ). El embarazo predispone a la embolia en las mujeres cardiacas. La localización más frecuente de las embolias de origen endocardiaco es la cerebral; pero también puede presentarse en otros territorios.
B) Dilatación de las aurículas. En caso de lesiones mitrales (Þ) intensas, sobre todo en las estenosis, con gran estancamiento en la cavidad de la aurícula dilatada e incontráctil y fibrilación auricular, se forman extensos coágulos que pueden dar origen a embolias; muy frecuentes los pulmonares, sobre todo en las mujeres embarazadas; también las cerebrales.
C) Los cambios de ritmo, incluso en el momento de la desfibrilación terapéutica, son ocasiones propicias para el desprendimiento de trombos parietales de la aurícula. Así también en la enfermedad del seno («sick sinus syndrome»), con alternancias de bradicardia y fibrilación o flutter auricular, pueden ocurrir embolias cerebrales.
D) Infarto de miocardio, en las primeras semanas, por trombos murales desprendidos.
E) En los tumores intracardiacos especialmente en el mixoma auricular, que suele acompañarse de un cuadro séptico que semeja una endocarditis bacteriana.
F) Aortitis u otras arteritis; ateroma. El émbolo puede desprenderse de las lesiones destructivas de la pared arterial o de los coágulos organizados al nivel de estas lesiones; pero con menos frecuencia que en los apartados A y B. El embolismo diseminado ateromatosos, por cristales de colesterol o por desprendimiento de placas de ateroma, puede afectar al cerebro, a partir de las carótidas, y en la retina pueden visualizarse a veces los cristales; tras angiografía o tratamientos médicos diversos (estreptokinasa u otros) puede aparecer un síndrome de embolias múltiples: renal —con hipertensión e insuficiencia— livedoreticularis y necrosis en la piel, pancreatitis, úlceras intestinales, infarto de miocardio o cerebral, gangrena digital, fiebre, etc.
G) Tromboflebitis y tromboflebosis. Las embolias, en el mayor número de los casos, se originan en la tromboflebitis de las venas ilíacas o femorales (Þ) y las venas del sistema profundo en las piernas en el trombo-embolismo pulmonar.
H) Varices. No suelen ser causa de embolia en condiciones habituales, pero sí cuando se inflaman (flebitis y periflebitis varicosa), por traumatismos (un caso mío de embolia pulmonar, en una varicosa antigua, a los quince días de una caída de a caballo, con hematomas en las piernas), por infecciones o por inyecciones esclerosantes (dos casos míos).
I) Se discute la posibilidad de que puedan producirse embolias gaseosas en el curso de inyecciones intravenosas o de operaciones en el cuello o en la pelvis, por penetración del aire en el torrente venoso, una de cuyas burbujas obstruiría una vena, principalmente las pulmonares. También se ha descrito este accidente en el curso del neumotórax terapéutico. Es cierto que en todas estas manipulaciones pueden producirse accidentes embólicos; lo dudoso es que sea el aire inyectado el responsable, pues experimentalmente, y a veces clínicamente, se ha demostrado la enorme tolerancia del organismo a la inyección de grandes cantidades de aire.
En este mismo grupo se pueden incluir las embolias que se observan, a veces, en la enfermedad de los buzos, atribuidas al desprendimiento de burbujas de gas, durante la descompresión súbita, del disuelto en la sangre por el exceso de presión (Þ).
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