Abscesos de la piel.

Su sintomatología —tumor fluctuante, inflamado o frío— es evidente. A veces se acompañan de fístulas. Hay que distinguir:

     I. Los abscesos consecutivos a lesiones inflamatorias locales, por ejemplo, a osteomielitis, celulitis o dermitis supuradas, úlceras por decúbito, infección de inyecciones, etc. Entre las dermopatías que pueden dar lugar a abscesos, citaré la psoriasis, en la que se presentan, a veces, pequeños depósitos de pus, intraepidérmicos, lenticulares (Monro-Sabouraud), y el acné, cuyos elementos pueden transformarse en dos pequeños abscesos comunicantes (abscesos en botón de camisa).

     Las voluminosas glándulas sudoríparas de la axila pueden originar abscesos, en personas poco limpias, del tamaño de avellanas o nueces (abscesos tuberosos, hidrosadenitis). El diagnóstico suele ser muy fácil.

     II. El absceso que aparece en la piel puede proceder, otras veces, de un proceso inflamatorio visceral:

     A) Por ejemplo, los abscesos periprostáticos, perirrectales, etc., pueden surgir en el periné (absceso perineal isquiorrectal anal) precedidos de dolor perineal y, a veces, lumbar, fiebre y, quizá rectitis, disiuria e incluso retención urinaria. Estos abscesos del periné no son raros y el no tenerlos presentes el clínico puede conducirle a errores, pues al principio los síntomas locales son escasos y es fácil pensar en gripe, paludismo (si la fiebre es accesional), cistitis (si predominan los trastornos vesicales), etc. Puede proceder el absceso isquiorrectal de una inflación del recto (rectitis, hemorroides infectadas, cuerpos extraños perforantes), de prostatitis, de osteomielitis de los huesos pélvicos, etc., o bien producirse por vía hemática en las infecciones generales (neumonía, etc.). Es frecuentemente tuberculoso.

     B) Otros abscesos viscerales que pueden emerger a la piel son: los perirrenales, en la región lumbar; los abscesos de apéndice o ciego, en la fosa iliaca derecha; los abscesos peritoníticos (sobre todo neumocócicos, en los niños), en la pared anterior del vientre; raramente, empiemas, en la pared torácica, etc.

     III. Hay abscesos dérmicos, múltiples, de origen hematógeno, que aparecen en ciertas septicemias. Su diagnóstico suele ser también sencillo. Generalmente suponen un pronóstico favorable. Abscesos crónicos de partes blandas, subcutáneos o musculares, aparecen en tuberculosis con inmunidad deficiente.

     IV. Citaré, en fin, los abscesos fríos, que aparecen como una masa fluctuante, sin apariencias inflamatorias, y que indican casi siempre una lesión tuberculosa, generalmente de la columna vertebral (abscesos osifluentes). He visto un caso de origen suprarrenal. Hay que tener en cuenta que, a consecuencia de la capacidad emigratoria de estos abscesos, a lo largo de los intersticios musculares, pueden aparecer en sitios alejados de la columna vertebral; por ejemplo, en el hombro, o en el periné, en la región inguinal, en la cara anterior del muslo o en la rodilla, etc. (Þ). Pueden ser de consistencia muy dura, no fluctuante, por lo menos durante algún tiempo, desviando el verdadero diagnóstico.



  • absceso en boton de camisa
  • absceso en perine

  • abscesos cronicos

  • absceso fluctuante
  • absceso en el hombro

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Abscesos de la piel.

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Su sintomatología —tumor fluctuante, inflamado o frío— es evidente. A veces se acompañan de fístulas. Hay que distinguir:

     I. Los abscesos consecutivos a lesiones inflamatorias locales, por ejemplo, a osteomielitis, celulitis o dermitis supuradas, úlceras por decúbito, infección de inyecciones, etc. Entre las dermopatías que pueden dar lugar a abscesos, citaré la psoriasis, en la que se presentan, a veces, pequeños depósitos de pus, intraepidérmicos, lenticulares (Monro-Sabouraud), y el acné, cuyos elementos pueden transformarse en dos pequeños abscesos comunicantes (abscesos en botón de camisa).

     Las voluminosas glándulas sudoríparas de la axila pueden originar abscesos, en personas poco limpias, del tamaño de avellanas o nueces (abscesos tuberosos, hidrosadenitis). El diagnóstico suele ser muy fácil.

     II. El absceso que aparece en la piel puede proceder, otras veces, de un proceso inflamatorio visceral:

     A) Por ejemplo, los abscesos periprostáticos, perirrectales, etc., pueden surgir en el periné (absceso perineal isquiorrectal anal) precedidos de dolor perineal y, a veces, lumbar, fiebre y, quizá rectitis, disiuria e incluso retención urinaria. Estos abscesos del periné no son raros y el no tenerlos presentes el clínico puede conducirle a errores, pues al principio los síntomas locales son escasos y es fácil pensar en gripe, paludismo (si la fiebre es accesional), cistitis (si predominan los trastornos vesicales), etc. Puede proceder el absceso isquiorrectal de una inflación del recto (rectitis, hemorroides infectadas, cuerpos extraños perforantes), de prostatitis, de osteomielitis de los huesos pélvicos, etc., o bien producirse por vía hemática en las infecciones generales (neumonía, etc.). Es frecuentemente tuberculoso.

     B) Otros abscesos viscerales que pueden emerger a la piel son: los perirrenales, en la región lumbar; los abscesos de apéndice o ciego, en la fosa iliaca derecha; los abscesos peritoníticos (sobre todo neumocócicos, en los niños), en la pared anterior del vientre; raramente, empiemas, en la pared torácica, etc.

     III. Hay abscesos dérmicos, múltiples, de origen hematógeno, que aparecen en ciertas septicemias. Su diagnóstico suele ser también sencillo. Generalmente suponen un pronóstico favorable. Abscesos crónicos de partes blandas, subcutáneos o musculares, aparecen en tuberculosis con inmunidad deficiente.

     IV. Citaré, en fin, los abscesos fríos, que aparecen como una masa fluctuante, sin apariencias inflamatorias, y que indican casi siempre una lesión tuberculosa, generalmente de la columna vertebral (abscesos osifluentes). He visto un caso de origen suprarrenal. Hay que tener en cuenta que, a consecuencia de la capacidad emigratoria de estos abscesos, a lo largo de los intersticios musculares, pueden aparecer en sitios alejados de la columna vertebral; por ejemplo, en el hombro, o en el periné, en la región inguinal, en la cara anterior del muslo o en la rodilla, etc. (Þ). Pueden ser de consistencia muy dura, no fluctuante, por lo menos durante algún tiempo, desviando el verdadero diagnóstico.



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