Meningitis tuberculosa.
Meningitis tuberculosa. Su frecuencia y gravedad requieren una especial descripción. Se presentan, en un 45 por 100 de los casos, en niños entre dos y siete años; en un 10 por 100 de los casos, en jóvenes entre dieciocho y veinticuatro años; el resto se reparte entre niños en la primera infancia o casos en la madurez, y, excepcionalmente, en la vejez. En la posguerra hubo un aumento de estas meningitis en Europa (hipoalimentación colectiva) y en muchachas hipoalimentadas para adelgazar. La vasta experiencia suscitada por los tratamientos con tuberculostáticos, ha permitido descubrir casos de segura afectación de las meninges, en niños con sintomatología levísima. Por otra parte, en niños tratados con estos medicamentos se puede lograr una total desaparición de los síntomas meníngeos y de la fiebre y un retorno absoluto a la normalidad, sin que las lesiones meníngeas desaparezcan, demostrándolo las súbitas recaídas, muchas veces mortales, en cuyas autopsias se comprueba la persistencia de la lesión. Son muy raros los casos verdaderamente primitivos; en la mayoría de los así calificados es posible encontrar antecedentes tuberculosos, principalmente ganglionares, o estados febriles repetidos, sospechosos (las famosas «gripes de repetición» o las «infecciones intestinales»), o, por lo menos la convivencia en medios fuertemente tuberculizados. Muchas otras veces, la meningitis aparece en individuos portadores de lesiones tuberculosas evidentes (pulmonares, óseas, peritoníticas, ganglionares). Sobre todo en los niños es muy importante el período prodrómico, que puede ser largo y vago: inapetencia, vómitos (Þ), adelgazamiento, cambio de carácter, pereza, inestabilidad térmica, insomnio (Þ), terrores nocturnos, cefalea de tipo vulgar, oftalmoplejías (Þ). En los medios alertados por otros casos de meningitis o por la vigilancia de médicos perspicaces, este vago cuadro basta para sospechar la amenaza; si no, se consideran los síntomas como banales, como debidos al «cambio de edad», al «crecimiento», hasta que el cuadro se define y aparecen en su forma típica la cefalea, los vómitos, las contracturas, etc. La fiebre suele ser moderada. Es muy frecuente que el enfermo conserve buen aspecto durante bastante tiempo, y que, por intervalos, dé la impresión de un próximo retorno a la normalidad; estas falsas mejorías pueden durar bastante tiempo, y son uno de los mayores peligros para llegar al diagnóstico. También son de diagnóstico difícil ciertas formas insidiosas de la meningitis, que aparecen en tuberculosis pulmonares graves, en sus fases terminales, pues los vómitos, la cefalea, los trastornos psíquicos, etc., se atribuyen a la situación general. En los adultos hay formas dominadas por los síntomas psíquicos (delirio, alucinaciones, simple incoherencia); pueden ser considerados como psicópatas, hasta que se dibuja el cuadro meningítico.
También se prestan a confusión ciertas formas que se caracterizan por precoces parálisis (hemiplejía), con leves o nulos síntomas meníngeos durante algún tiempo. Sea o no característico el cuadro clínico, la punción lumbar se hará inmediatamente; los datos que nos proporciona son: aumento, ligero por lo común, de la tensión; líquido, muchas veces, completamente transparente; otras, turbio y ligeramente opalino, con leves filamentos fibrinosos; quizá xantocrómicos; raramente purulentos; hiperalbuminosis moderada (0,80 a 2, poco más o menos); hipoglucorraquia (generalmente por debajo de 0,20); eventualmente, hipoclororraquia (cloruros por debajo de 6 o 5 g); hiperleucocitosis, que puede ser moderada, principalmente de linfocitos (al comienzo puede haber polinucleosis); curva de Lange típica (Þ); el hallazgo del bacilo de Koch, con una técnica buena y con paciencia, se logra en un 90 por 100 de los casos; su ausencia no excluye el diagnóstico de tuberculosis; la inoculación al cobayo debe hacerse también (muchas veces muere el enfermo antes de las cuatro semanas que se necesitan para conocer el resultado) o mejor cultivo en medio de Loewenstein. He insistido sobre todos estos datos porque, en muchas ocasiones, el diagnóstico de la meningitis tuberculosa es muy difícil, pudiendo confundirse con otras meningitis o meningoencefalitis: sifilítica, forma meníngea de la encefalitis, epidémica, forma meníngea de la poliomielitis anterior aguda, meningitis linfocitaria benigna, etc. No se olvide que el tratamiento estreptomicínico intrarraquídeo —hoy prácticamente abandonado e innecesario— puede producir aumento de células y aumento de albúmina en el líquido encefalorraquídeo, que falsamente se atribuyen a la enfermedad; la estreptomicina puede, en fin, ser responsable de dolores radiculares (meningitis química).
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