Hidrocele y hematocele.

Hidrocele y hematocele:

      A) En la semiología testicular es una afección frecuentísima el hidrocele, o sea, la acumulación de líquido en la túnica vaginal del testículo. Puede ser un hidrocele general, que rechaza el testículo hacia arriba y atrás; o menos frecuentemente, un hidrocele limitado, enquistado, del epidídimo o del cordón. El hidrocele del epidídimo aparece detrás y encima del testículo; el del cordón, netamente encima. El hidrocele, en general, se diagnostica bien por la sensación fluctuante, que puede percibirse mal si la tensión del líquido es muy fuerte; en caso de duda, la claridad a la transiluminación es típica. El enfermo suele aquejar sensación molesta de peso, a veces de quemazón, en el testículo o en la región inguinal. Los errores principales de diagnóstico son: los tumores del testículo, de crecimiento rápido y uniforme, que dan una sensación muy parecida a la del hidrocele: la opacidad a la transiluminación deshace, por de pronto, el error que otros exámenes y, sobre todo, el curso ulterior, aclararán aún; también es frecuente la confusión con hernias escrotales: los caracteres típicos de la hernia evitarán el error; pero hay, no raramente, hernias con hidrocele.

     Diagnosticado el hidrocele, he aquí sus causas:

     1. Hidrocele crónico primitivo. Es la forma más frecuente. El hidrocele existe sin que se sepa la causa, recidivando, por lo común, cuantas veces se punciona y se vacía. Evidentemente, se trata de una predisposición patológica de la serosa vaginal, que se supone ocasionada por infecciones o traumatismos que han pasado inadvertidos. No es imposible que aun sin esta etiología local, el hidrocele crónico pueda producirse por estados generales (discrasia artrítica, etc.); pero son éstas, siempre, interpretaciones harto vagas.

     2. Hidrocele secundario. Es el que aparece, netamente, como consecuencia de causas bien diagnosticadas, locales o generales. Según la naturaleza de estas causas, puede ser agudo o crónico:

      a) La forma secundaria aguda aparece en relación con infecciones generales agudas (erupciones, tifoidea, paperas, etc.); o con infecciones locales agudas (orquiepididimitis blenorrágica o de otro origen), o con traumatismos.

     b) La forma secundaria crónica aparece o en raros casos de poliserositis (Þ), acompañando a la pleuritis, peritonitis, pericarditis; o, mucho más frecuentemente, como consecuencia de lesiones crónicas del testículo o epidídimo (tuberculosis, sífilis, cáncer, etc.); este último grupo debe ser cuidadosamente investigado a la vista de un hidrocele, para no cometer el error de diagnosticar un hidrocele primitivo, de buen pronóstico, olvidando la lesión inicial, generalmente grave.

     B) Hematocele. El hematocele (colección de sangre en la túnica vaginal) se diagnostica relativamente bien, en los casos postraumáticos, cuando el accidente sobreviene inmediatamente después del traumatismo. Pero, otras veces, los traumatismos han sido insignificantes, quizá inadvertidos (por ejemplo, abusos de equitación o de bicicleta, grandes excesos sexuales); y entonces, el diagnóstico puede ser difícil, sobre todo por su confusión con un tumor, dada la dureza de la masa hemática y su opacidad a la transiluminación. Se consideran como datos típicos del hematocele: la imposibilidad de diferenciar, en la masa tumoral, el parénquima testicular y el epidídimo; la dureza uniforme del tumor; la sensación de gran peso del testículo; la hipertrofia del cordón; la imposibilidad de distinguir, por la palpación entre dos dedos, la túnica vaginal; la opacidad densa a la transiluminación. No siempre bastan estos datos. El hematocele puede ser también secundario a un hidrocele, que se hace hemorrágico por un ligero traumatismo, después de una punción, etc.



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