Glándulas Suprarrenales

Existen dos glándulas suprarrena­les, localizadas cada una sobre cada riñón. Cada glándula suprarrenal pre­senta una porción exterior, la corte­za, que forma la mayor parte de la glándula y una porción interior, la medula.

Cubriendo la glándula se encuen­tra una capa gruesa de tejido con­juntivo adiposo y una cápsula fibrosa delgada externa. La corteza suprarre­nal se subdivide en tres zonas; cada zona tiene una disposición celular di­ferente y secreta distintas hormonas. La zona externa, directamente subyacente al tejido conjuntivo que la cubre, se llama zona glomerular. Sus células están dispuestas en asas ar­queadas o circularmente, y secretan un grupo de hormonas llamadas mineralocorticoides. La zona media es la más ancha de la tres y consta de células dispuestas en cordones largos y rectos.

La zona fasciculada secreta hor­monas glucocorticoides. La zona in­terna, reticular, tiene cordones de células que se ramifican libremente; esta zona sintetiza hormonas sexua­les, principalmente hormonas mas­culinas llamadas andrógenos.

Glándulas Suprarrenales

Mineralocorticoides. Estas hor­monas contribuyen al control de la homeostasis de los electrolitos, par­ticularmente las concentraciones de sodio y potasio. Entre ellas, la prin­cipal es la aldosterona, que actúa sobre las células de los túbulos rena­les y hace que aumente la absorción del sodio. De esta manera se previe­ne la rápida disminución de sodio en el cuerpo. Además, la aldosterona dis­minuye la absorción de potasio.

Los glucocorticoides son un grupo de hormonas que tienen que ver mucho con el metabo­lismo normal y la aptitud orgá­nica para resistir el estrés. Tres ejemplos de glucocorticoides son la hidrocortisona (cortisol), la corticosterona y la cortisona. La hidrocortisona es la más abun­dante de las tres. Los glucocor­ticoides trabajan con otras hor­monas en la promoción del me­tabolismo normal; su papel es asegurar la provisión de energía suficiente. Aumentan la veloci­dad a la cual los aminoácidos son removidos de las células y trans­portados al hígado. Los aminoá­cidos pueden ser sintetizados en nuevas proteínas. Si las reservas de glucógeno y de grasa del cuer­po son bajas, el hígado puede convertir los aminoácidos en glucosa. Los glucocorticoides también esti­mulan la descomposición de los carbohidratos en glucosa. Ambos pro­cesos aumentan el nivel de azúcar en la sangre. Además, las hormonas estimulan el movimiento de las grasas de los depósitos de almacenamiento ha­cia las células. Los glucocorticoides trabajan de diversas maneras para proveer resistencia al estrés. Un au­mento brusco de la glucosa disponi­ble hace que el cuerpo se ponga en estado de alerta. La glucosa adicio­nal da energía corporal para combatir una gama de agentes de estrés . como el temor, las temperaturas ex­treméis, las hemorragias y las infecciones.

Los glucocorticoides aumentan la presión sanguínea, lo cual re­sulta ventajoso si el agente que pro­duce el estrés es una pérdida de sangre, que ocasiona una baja en la presión sanguínea. Los glucocorticoides disminuyen la dilatación de los va­sos sanguíneos y el edema asociado con las inflamaciones; son, por lo tanto, antiinflamatorios. Las corte­zas suprarrenales secretan hormonas tanto masculinas como femeninas, llamadas gonadocorticoides y hormonas sexuales. Sin embargo, la canti­dad de hormonas sexuales secretadas por las suprarrenales es tan pequeña que se torna insignificante.



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