Variaciones de la fórmula leucocitaria.

Variaciones de la fórmula leucocitaria.

Se llama fórmula leucocitaria a la proporción en que se encuentran en la sangre de un individuo los distintos tipos de leucocitos normales y anormales. En la sangre normal se encuentran: polinucleares (neutrófilos, eosinófilos, alguna vez basófilos, llamados también mastzellen, mastocitos o células cebadas), linfocitos y monocitos.

La proporción de estos elementos en el adulto normal es, como tipo medio, la siguiente: polinucleares neutrófilos, 65; polinucleares eosinófilos, 1; polinucleares basófilos, 1 (inconstante); linfocitos, 23; monocitos, 10. En total, y en números redondos y fáciles de recordar, 66 polinucleares y 33 mononucleares, pero hay que contar las formas juveniles (bastonados, en cayado) además y los metamielocitos si los hay. Esta fórmula se altera o por la variación de estas proporciones de los elementos normales o por la aparición de elementos leucocitarios anormales.

A) Variaciones en la proporción de los elementos normales:

1. Neutrofilia (como la mayoría de los polinucleares son neutrófilos, corrientemente se dice y se escribe polinucleosis para designar el aumento de los polinucleares neutrófilos; pero el error es evidente, ya que los eosinófilos y basófilos son también polinucleares, y debe decirse neutrofilia). Hay neutrofilia cuando la proporción de estas células rebasa de 70 a 75 por 100. Se presenta, en general, en casi todas las supuraciones locales y en muchas infecciones generales. Las infecciones con neutrofilia se acompañan casi siempre de leucocitosis menos veces, de leucopenia. En los casos muy intensos, entre los polinucleares neutrófilos puede verse algún mielocito pero siempre llama la atención el aumento de los cayados («desviación a la izquierda» más o menos acusada).

2. Eosinofilia. Se habla de eosinofilia cuando el número de estas células es superior al 5 por 100. En general, la eosinofilia franca es un dato de gran valor diagnóstico. Su intensidad no está siempre en relación con la de la causa que la produce, sino también con una predisposición individual del sistema hematopoyético, la cual explica el hallazgo, no raro, de intensísimas y aun enormes eosinofilias en casos de etiología poco virulenta o casi inoperante. Los estados en que se presenta son:

a) Entre las infecciones agudas, la escarlatina y las disenterías, sobre todo la amebiana, en la que hay casos hasta de 80 por 100 o más; el valor de esta eosinofilia en diarreas persistentes, en las que no se sospecha el origen disentérico por la borrosidad o atipicidad del cuadro clínico y de los datos epidemiológicos, puede ser decisivo. También en la incubación del sarampión.

b) En la tuberculosis se encuentra, a veces, eosinofilia, discreta, alrededor de 15 por 100, en las formas más variadas de la enfermedad y en las más distintas fases de evolución; por tanto, sin especial significación diagnóstica ni pronóstica. Se ha descrito por Leitner un infiltrado tuberculoso con eosinofilia.

c) Es constante y alta, hasta 25 o 30 por 100, en el infiltrado precoz, fugaz, polimorfo de Löffler por ascaridiasis pulmonar y en el granuloma eosinófilo del hueso.

d) En la convalecencia de muchas infecciones hay eosinofilia discreta, sobre todo en la pulmonía y en la erisipela.

e) En estados parasitarios, intestinales o de otras localizaciones es un dato muy importante, por cuanto, con frecuencia, estas parasitosis no se han diagnosticado y se atribuye a otras causas la eosinofilia. Tiene especial valor en los casos siguientes:

Hidatidosis (10 a 20 por 100 o más); de los datos de laboratorio para el diagnóstico de la hidatidosis, es éste el más constante; desaparece cuando el quiste hidatídico supura.

Triquinosis: a veces, de gran valor diagnóstico.

Anquilostomiasis; botriocéfalo; tricocéfalo; tenia; filaria.

Con menos frecuencia e intensidad, en los vermes intestinales benignos: lombrices, oxiuros.

f) Dermopatías. Producen eosinofilia, a veces muy intensa, los pénfigos, eritemas penfigoides, hidroa, dermatitis herpetiforme, diversas formas de herpes; en bastantes casos, los simples parásitos de la piel: sarna, pedículos.

g) Alergia. En todos los estados alérgicos y anafilácticos: enfermedad del suero, urticarias, edema angioneurótico, eccemas, etc, suele haber eosinofilia (de 4 a 20), por lo común con tendencia leucopénica. Es especialmente intensa en la llamada colitis alérgica o eosinofílica. Al factor alérgico se debe, tal vez, la eosinofilia de algunos estados infecciosos y de algunas dermopatías, así como la que se produce después de la inyección de tuberculina y de otras vacunas.

h) En el asma bronquial esencial, la eosinofilia es muy constante y de gran valor para distinguirla del asma sintomático de los bronquíticos y del asma cardiaco y urémico. Los eosinófilos aparecen también en el esputo del final del acceso. Suelen ser muy abundantes en el mielograma. Se presentan asimismo en el catarro de heno. Puede suceder que individuos no asmáticos, pero de familia de asmáticos (probablemente vagotónicos latentes), tengan también eosinofilia.

i) En estado de desequilibrio vegetativo, con predominio vagotónico: por esta razón, presentan eosinofilia algunos neuróticos con angustia, con distintos espasmos, y los asmáticos, que acabo de citar. Hay, en cambio, eosinopenia, en los estados simpaticotónicos espontáneos y después de la inyección de adrenalina y de insulina.

j) En la enfermedad de Addison es frecuente la eosinofilia discreta (entre 5 y 15 por 100); tal vez también por la perturbación neurovegetativa.

k) Se ha señalado, sin comprobación nuestra, en la miastenia: quizá, asimismo, por los trastornos neurovegetativos y suprarrenales.

l) Es bastante frecuente e intensa (3 a 25 por 100) en el adenoma prostático.

ll) Se presentan en ciertas intoxicaciones, como las del hidrógeno sulfurado, la benzólica (muy precoz, algunos la consideran signo de alarma).

m) En ciertas medicaciones: alcanfor y derivados; ametina; histamina; los sueros y vacunas, antes citados; la opoterapia hepática, la auroterapia; la estreptomicina.

n) Enfermedades de los huesos: cáncer óseo (primitivo o metastásico), raquitismo, osteomalacia. En ciertas fases de la espondilosis anquilopoyética.

ñ) Se ha descrito una rara forma de leucemia mielocítica eosinófila.

o) La eosinofilia es importante, aunque no es constante, en el diagnóstico de la linfogranulomatosis maligna (Hodgkin).

p) En la anoxia  puede haber discreta eosinofilia.

q) Se ha descrito una eosinofilia tropical (síndrome de Weingarten) en las costas de la India, no anafiláctica, con tos espasmódica, disnea asmatiforme, febrícula, adelgazamiento y eosinofilia hasta de 80 por 100. Puede ser debida a parasitosis no diagnosticadas (filaria, etcétera).

 r) La endocarditis parietal con eosinofilia, descrita por algunos autores, tiene una dudosa realidad.

s) En algunos casos no se encuentra explicación alguna de la eosinofilia: se habla entonces de diátesis eosinofílica o de eosinofilia esencial. Puede ser familiar (eosinofilia familiar).

t) En ciertos tumores, además de los óseos ya citados: del ovario, de las serosas, etc.

u) En colagenosis: periarteritis nudosa, dermatomiositis, etc.

v) En la fascitis eosinofílica enfermedad de reciente descripción, tal vez emparentada con la esclerodermia.

3. Polinucleosis basófila. Puede aparecer en las leucemias mieloides crónicas; excepcionalmente existe una leucosis basófila. Basófilos aumentados en estados hiperlipémicos (mixedema, síndromes nefróticos, diabetes, etc.). También en la metaplasia mieloide idiopática (25 por 100 de casos).

4. Mononucleosis. Llamamos así, o también monolinfocitosis, a los estados de aumento de los diversos elementos mononucleares, ya que, a pesar de su origen distinto, es difícil muchas veces diferenciar el aumento de los linfocitos (linfocitosis) y el aumento de los monocitos (monocitosis). En la literatura hay una gran confusión a este respecto, debida no tanto a la imprecisión de las terminologías, como a que, realmente, las reacciones infocitarias y monocitarias son bastante paralelas.

a) Infecciones con mononucleosis. Ya han sido citadas. Se dividen en:
Mononucleosis con leucocitosis: viruela, tifus exantemático, sarampión, tos ferina, ciertas formas de tuberculosis, ciertas septicemias crónicas, heredosífilis, fiebre ganglionar, angina monocítica.

Mononucleosis con leucopenia: rubeola, varicela, paperas, tifoidea, melitococia, disentería, ciertas formas de tuberculosis, Kala-azar, fases crónicas del paludismo.

En muchos casos de fiebre focal, cualquiera que sea su origen, la fórmula leucocitaria es preferentemente monocítica, a veces con tendencia leucopénica; como he comprobado en bastantes ocasiones; en algunas puede llegar a hablarse de verdadera agranulocitosis.

En la forma aguda del SIDA aparece una mononucleosis, cuando todavía son negativos los anticuerpos frente al retrovirus.

b) Mononucleosis en las intoxicaciones. La presentan las mismas que producen agranulocitosis.

c) Mononucleosis en las hemopatías. Las leucemias linfocíticas, crónicas y agudas.

En la anemia aplástica puede haber hasta 80 por 100 de linfocitos.

En las agranulocitosis, desde luego.

En algunas esplenomegalias, como la anemia esplénica (Banti).

d) Mononucleosis en las endocrinopatías. Cualquiera que sea la glándula afectada y el sentido funcional de esta alteración, en casi todas ellas se suele encontrar mononucleosis (linfocitosis y, menos marcada, monocitosis), con ligera leucocitosis o cifra normal o ligera leucopenia, y a veces, como en la insuficiencia suprarrenal, eosinofilia. Esta mononucleosis endocrina (Marañón) está, a mi juicio, condicionada por el constante acompañamiento del estado linfático a las diversas endocrinopatías. En el síndrome de Cushing se han señalado leucocitosis y polinucleosis, moderadas, tal vez en relación con infecciones focales añadidas e indiagnosticadas para las que estos enfermos son muy fáciles.

e) Estado linfático. Mononucleosis, principalmente linfocitosis, que puede llegar, en el adulto, a 45 por 100 o más; a veces hay ligera o marcada eosinofilia. En los niños, en los que hay un cierto estado linfático fisiológico, las formas patológicas de éste se expresan por monocitosis aún más intensa que en los adultos.

f) La mononucleosis puede ser llamativa en la enfermedad de Hodgkin y en la sarcoidosis de Besnier-Boeck-Schaumann.

B) Aparición de elementos leucocitarios no habituales o anormales en la sangre. En ciertos estados patológicos hay, no sólo alteración de la fórmula leucocitaria normal, sino que aparecen en la sangre periférica elementos leucocitarios inmaduros, que existen normalmente en la médula ósea o en los otros órganos hematopoyéticos, pero no en la sangre; o bien formas leucocitarias patológicas:

1. Elementos inmaduros de la serie mielocítica. Esto es, las células inmaduras que preceden a los polinucleares granulosos (mieloblastos y promieloblastos, mielocitos y metamielocitos, de las tres variedades, neutrófila, eosinófila y basófila). Aparecen, en enorme cantidad, en las leucemias mielocíticas; a veces también, aunque en cantidad reducida, en otras formas de leucemia; y, eventualmente, en cantidad moderada, en algunas infecciones graves (viruela, estreptococia, etc.).

Una significación especial tienen ciertas células polinucleares, con núcleos de más de seis lobulaciones, hasta trece y con muy pequeñas protuberancias de cromatina (hipersegmentación). Se interpretan como formas de involución del polinuclear, exageradas por estados tóxicos y tendrían mala significación pronóstica. Se presentan en las anemias caquécticas, sobre todo en las cancerosas, a veces muy tempranamente; en los estados infecciosos graves, caquectizantes;en la anemia perniciosa son típicos.

2. Elementos inmaduros de la serie linfocítica. Esto es, el linfoblasto. Aparece, en gran cantidad, en leucemias linfocíticas, y eventualmente, en menor cantidad, en otras afecciones de los ganglios linfáticos y del bazo, en la angina monocítica etc.

3. En este grupo deben citarse las células plasmáticas (plasmocitos, Cajal), células de tipo linfoide, muy análogas a las células plasmáticas del tejido conjuntivo y de los centros hematopoyéticos normales; pueden aparecer en la sangre de la leucemia linfocítica y en otras afecciones, incluso benignas, de los ganglios y del bazo. Se ha descrito, como he dicho, una forma especial de leucemia caracterizada por el gran número de estos elementos (leucemia de células plasmáticas). Presentes en algunas parasitosis, especialmente en el Kala-azar.

4. Elementos inmaduros de la serie monocítica. Es decir, los monoblastos discutidos, difíciles de diferenciar de los mieloblastos. Aparecerían en las leucemias monocíticas.

5. Megacariocitos. Estos elementos de la médula ósea, supuestos engendradores de las plaquetas, pueden aparecer en la sangre, principalmente en la leucemia mielocítica y en las esplenomegalias con eritroblastosis.

6. Células de Rieder. Son células jóvenes parecidas al mieloblasto. Aparecen en las leucemias agudas, en el cloroma, en la anemia perniciosa. Algunos señalan que su presencia considerable en las leucemias indica radiorresistencia de éstas. Hoy se cree, por muchos, que se trata de los mismos linfocitos grandes llamados células de Türk (véase enseguida) con lobulación nuclear y granulaciones escasas, groseras, por estímulo del sistema linfopoyético.

7. Células irritativas de Türk. Son células jóvenes, parecidas al linfoblasto o a los plasmocitos. Aparecen en las leucemias mielocíticas y linfocíticas con lesiones del bazo; en infecciones graves; frecuentes en la viruela. Semejantes son los virocitos de la mononucleosis.

8. Células endoteliales o reticuloendoteliales (histiocitos, endoteliocitos). Son células mal diferenciadas y mal designadas en las distintas descripciones de los autores; de origen histiocítico (tejido conjuntivo, endotelio capilar) como los monocitos, parientes de éstos, con el que forman el sistema mononuclear fagocítico. Aparecen en enfermedades infecciosas graves, en la tifoidea, en el paludismo, pero sobre todo en la endocarditis lenta maligna, para cuyo diagnóstico son muy útiles.



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