La acción destructora de los virus

cuando el virus penetra en una célula, desaparece por completo en su interior: es la fase denominada de eclipse. Tras un periodo de latencia, en que la célula conserva su aspecto normal, suceden en pocas horas transformaciones internas de gran envergadura: en el núcleo de la célula, o en sus proximidades, puede verse crecer una masa amorfa indiferenciada.

Tras esto sobrevendrá la lisis celular, con la que quedara al descubierto gran cantidad de nuevos virus. Durante mucho tiempo fue un misterio la formación de

estos nuevos virus. Hoy sabemos que se efectúa una sustitución de las estructuras normales de la célula por estructuras víricas originales, construidas a partir de los materiales de la propia célula huésped. El mecanismo no es, pues, de simple división, sino el de una verdadera síntesis. El virus penetra en la célula a través de la membrana; inmediatamente se desintegra y es asimilado por la célula. Pero esta asimilación del acido nucleído vírico va a modificar inexorablemente su propio metabolismo. En lugar de sintetizar su acido nucleico especifico, comienza a producir el acido nucleico del virus. Y este, a su vez, dirige la formación de proteínas víricas, hasta que, en un momento dado se reconstituye con estos elementos un gran numero de partículas víricas, quedando libres por lisis de la célula.

La multiplicación del virus exige, pues, su integración al metabolismo celular. La diferencia esencial entre virus y célula radica en que esta, por poseer a un tiempo los dos ácidos nucleídos indispensable para el ciclo sintetizador de materia orgánica, puede asegurarse su crecimiento y reproducción ; mientras el virus, con un solo acido nucleico y sin equipo enzimático y del potencial de síntesis de una célula viva. De todas maneras, la invasión de la célula por un virus no siempre conduce a su destrucción.

Puede ser que la nucleoproteínas extraña sea asimilada y metabolizada por la célula para la fabricación de sus propias estructuras; en este caso no solo se recupera sin sufrir ningún daño sino que además adquiere cierta inmunidad, es decir , la capacidad de elaborar determinadas substancias que le permitirán vencer una nueva infección.

Cabe una ultima posibilidad: que la célula no se deje invadir por el virus y que tampoco pueda asimilarlo por completo; se limita entonces a integrar a sus propias estructuras una parte del acido nucleico del virus. Se diría que este ha desaparecido pero persiste en forma latente.