Funciones de relación

Hemos visto que, a través de las funciones de nutrición, los organismos se proveen de las materias primas necesarias para la vida, extrayendo de su oxidación la energía que utilizan, en parte, para la síntesis de sus propios materiales protoplásmicos. El rema­nente de energía puede ser canalizado hacia la consecución de otros fines, y parte de ella lo es para hacer frente a la variación continua de las condiciones ambientales. La capacidad de reac­cionar frente a las mismas es una de las características peculiares de la materia viva, sin la cual serían extremadamente limitadas las posibilidades de supervivencia de todo organismo.

Esta capacidad reaccionante ante la mutabilidad de los facto­res ambientales, que actúan como estímulos condicionantes de la misma, se conoce con los nombres de irritabilidad o excitabilidad. Los estímulos pueden representar variaciones cualitativas cuando corresponden a la aparición de condiciones o factores nuevos, que no se daban antes en el medio, o tendrán el carácter de varia­ciones cuantitativas cuando lo único que se modifica es la intensi­dad de algún factor ambiental preexistente.

Frente a tales estímulos, todo organismo reacciona mediante una respuesta característica, que puede representar un aumento de su vitalidad, tanto como inhibirla.

elevacion termicaUna mo­derada elevación térmica en el medio ambiente puede provocar una excitación de la vitalidad de determinados organismos en él presentes, e igualmente puede ocurrir si aumenta la con­centración de oxígeno en el medio vital; mien­tras una elevación térmica más acentuada o un descenso en la concentración de oxígeno pue­den traducirse, al llegar a ciertos límites, en una marcada inhibición de sus actividades vita­les.

Los diferentes estímulos actuantes no sólo se caracterizan por suscitar distintas respues­tas en diferentes organismos sino también por­que un mismo estímulo puede provocar respues­tas más o menos acentuadas según su propia intensidad, existiendo siempre una marcada relación entre la intensidad del estímulo y la de la respuesta.

Cuando el estímulo es muy débil, es normal que no exista respuesta por parte de! organis­mo; se requiere una intensidad mínima para que la respuesta se produzca, nivel que señala el umbral de la excitación. A medida que la inten­sidad del estímulo aumenta, suele acrecentarse también la intensidad de la respuesta hasta lle­gar a un punto, denominado punto óptimo, en que aquélla es máxima.

Si la intensidad del es­tímulo continúa aumentando, se observa, de ordinario, un decrecimiento de la excitación, hasta que llega a un punto, el denominado din­tel, en que la excitación o respuesta deja de producirse. Cuando se trata de estímulos de tipo cualitativo no puede hablarse de un mínimo sino de un punto cero, y se considera alcanzado el umbral cuando se hace ya patente la aparición de una respuesta. Esta continuará dándose has­ta llegar a un punto máximo, sobrepasado el cual dejará de manifestarse. Aun cuando el es­tímulo no tenga un carácter excitante sino in­hibitorio, ocurre lo mismo: se pasa de un pun­to cero hasta un umbral en el que la inhibición comienza a producirse, y se llega finalmente a un punto máximo en el que la inhibición es ya completa.

Pero no todo es cuestión de intensidad: para que haya respuesta, hace falta que el estímulo actúe durante suficiente tiempo; cuando la in­tensidad es muy débil, suele precisarse un tiem­po de actuación considerable, duración que se reduce paralelamente al incremento de aque­lla.

Existe además un periodo de latencia entre el momento en que empieza a actuar el estímu­lo y aquel en que se inicia la respuesta, indicio de que entre la recepción del primero y la eje­cución de esta última se emplea cierto tiempo en la transmisión. Este periodo de latencia es más corto en los seres provistos de un sistema nervioso diferenciado que en aquellos que ca­recen del mismo, hecho que evidencia la especialización conductora de las células de este tejido.

Los organismos o sistemas orgánicos que reaccionan en la forma ya indicada frente a las variaciones de intensidad de los estímulos re­ciben el nombre de heterobólicos. Se dice, en cambio, que un organismo o un sistema orgá­nico se comporta como holobólico cuando, una vez alcanzado el umbral de excitación, la respuesta se produce siempre con un valor máximo. Tenemos, es este caso, la ley del todo o nada: o se manifiesta al máximo o no se presenta en absoluto.

Las fibras musculares estriadas del esqueleto y las células nerviosas muestran un comportamiento de tipo holobó­lico e igualmente tienen este carácter algunos protozoos.



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