Brisas

A causa de la diversa intensi­dad de radiación solar, nacen sis­temas de vientos que pueden va­riar su dirección en el lapso de un día y reciben un nombre de acuer­do con la dirección en que circu­lan en proximidad del suelo.

Sur­gen así las brisas de tierra y de mar, en las cuales durante el día el aire que se calienta por su contacto con el suelo, asciende generando un mínimo térmico, así como una baja presión, atrayendo aire menos caliente que viene del mar y que se conoce como brisa del mar diurna; durante la noche, estos fe­nómenos presentan características contrarias, generando un viento mucho más débil y conocido como brisa de tierra nocturna.

Estos sis­temas de brisas, en zonas tropica­les, pueden llegar a tener un diá­metro horizontal de entre 200 y 300 kilómetros, y alcanzar una altura que oscila entre 1 y 2 kiló­metros; superando esta altura, el viento sopla en dirección contra­ria casi siempre con baja intensi­dad, llegando a alcanzar alturas hasta de cuatro kilómetros.

Existen también las brisas de monte y valle en donde las dife­rencias de altura de las superficies que se han calentado producen brisas de valle durante el día y se dirigen hacia las máximas alturas en los montes.

Durante la noche el fenómeno se invierte y las brisas descienden del monte hacia el valle si embar­go, esta última brisa es más fuerte debido al velo de aire enfriado por la irradiación que viene del nivel del suelo, se desplaza hacia más abajo y genera bolsas de aire frió en el fondo del valle; se trata de un tipo de brisas que se aprecia en las costas de Groenlandia y en la Antártida y su velocidad prome­dio es de 80 kilómetros por hora.