Equilibrio

Equilibrio.

     El equilibrio está mantenido por la acción coordenada del sistema muscular; el órgano encargado de regular esta coordinación —complicadísima, pues los músculos son muchos y sus acciones y su tono muy diversos— es el cerebelo y el aparato vestibular, cuyos centros están en intima conexión anatómica con el cerebelo. Éste modera los reflejos vestibulares. El cerebelo recibe innumerables impulsos que afluyen a él desde los músculos, desde las articulaciones y desde los órganos sensoriales; éstos influyen directamente en nuestra actitud postural respecto del ambiente: piel, ojos, oídos; a su vez, el cerebelo envía sus indicaciones, finísimas, a los centros motores de la corteza cerebral. Además contribuye la sensibilidad profunda consciente, vehiculada por los cordones posteriores de la médula hasta el tálamo y la corteza. Las lesiones de cualquiera de los elementos del mecanismo regulador del equilibrio pueden producir la ruptura de éste; pero son, sobre todo, responsables de la sintomatología las lesiones del cerebelo y del aparato vestibular.

     Los trastornos fundamentales del equilibrio son: el vértigo (Þ), debido principalmente a la lesión del aparato vestibular, y las ataxias (Þ), debidas principalmente a las lesiones del cerebelo o de las vías aferentes formadas por los cordones posteriores de la médula.

     El signo de Romberg, del que ya se ha hablado, es la prueba clínica clásica del equilibrio en bipedestación. Los tabéticos y toda lesión cordonal posterior hace positivo el Romberg: el enfermo no puede mantener su posición al cerrar los ojos. Los cerebelosos, en cambio, tienen un Romberg negativo y separan instintivamente las piernas para aumentar la base de sustentación ya con los ojos abiertos, hecho que no empeora al cerrarlos.