Febrículas de origen tuberculoso o de infecciones que pueden parecer tuberculosas.

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Febrículas de origen tuberculoso o de infecciones que pueden parecer tuberculosas.  Es el primer diagnóstico en que se piensa ante un cuadro de febrícula; con razón, porque muchas veces es ésta la causa. Pero debe evitarse la exageración, corriente hace algunos años, de considerar toda febrícula de causa injustificada como presuntamente tuberculosa; autorizando esta hipótesis con el diagnóstico de «ganglios», que tantas veces se hace indebidamente incluso con el apoyo de una radiografía mal interpretada (Þ y Þ). Los datos que apoyan el origen tuberculoso son: el hallazgo de lesiones típicas o sospechosas de esta infección; el antecedente de haber padecido episodios típicos o presumibles de infección tuberculosa, aun cuando actualmente no se descubra su rastro; el que el enfermo viva en un ambiente tuberculoso; el que sea positiva la reacción tuberculínica; el que la fórmula leucocitaria incline a esta suposición; el que la velocidad de sedimentación sea alta. Con estos datos generales presentes, el clínico examinará las siguientes posibilidades:

     A) El diagnóstico de la causa tuberculosa es, repito, evidente cuando la febrícula subsigue a un episodio notoriamente bacilar; por ejemplo, a una pleuritis, cuya curación clínica va seguida muchas veces de largos meses de febrícula con reposición lenta del estado general.

     B) En otras ocasiones no existe este antecedente neto: tal sucede después del episodio de infección primaria (Þ), que puede haber sido diagnosticado de una simple gripe; o bien cuando se trata de lesiones antiguas, olvidadas, que mucho tiempo después se reactivan y originan una febrícula que el enfermo no relaciona con el episodio primitivo: en estos casos, una historia clínica rigurosa pone de relieve el antecedente, y lo confirma la exploración, sobre todo la radiográfica, que demuestra la imagen residual. Puede suceder que el enfermo, ligeramente tosedor, presente también bacilos en el esputo.

     C) Hay otro grupo de febrículas en el que la naturaleza tuberculosa no ofrece ninguna duda: graves lesiones parenquimatosas, incluso cavitarias, pueden denunciarse durante largas temporadas sólo por febrículas sin apenas ninguna otra manifestación subjetiva; claro es que, en estos casos, la exploración resuelve el diagnóstico.

     D) Una mención aparte merece la granulia fría (Burnaud y Sayé): se trata de un proceso que muchas veces evoluciona sin fiebre, como su nombre indica, con curso benigno, y que se diagnostica, quizá sólo por un azar radiográfico, que descubre las lesiones inaccesibles a la auscultación; pero, en otros casos, lo que incita al paciente a consultar es la febrícula, unida, por lo común, a un cierto decaimiento general, quizá a algo de tos, quizá también a algún leve signo estetoscópico. No es raro, según algunos, el comienzo por una hemoptisis ligera o por puntos sanguinolentos. Pero repito que lo esencial es la exploración radiográfica, que acusa una imagen pulmonar sembrada de nódulos, como los de la granulia, pero con gránulos más finos y de bordes más precisos. El problema de esta granulia fría no está exento de dificultades.

     1. En primer lugar, la auténtica granulia fría tuberculosa, no siempre evoluciona bien: hay casos de tipo consuntivo y otros en los que aparecen complicaciones lejanas graves, como localizaciones óseas, testiculares o meníngeas. En segundo lugar, el mismo síndrome que he descrito y la misma radiografía pueden corresponder, no a una granulia tuberculosa, sino a otros procesos, entre los que citaré:

    2. Las neumoconiosis. Sin embargo, en ellas los gránulos son más abundantes, en torno de los hilios, y no, como en el miliar, en la parte superior de los campos pulmonares; y, además, con los gránulos silicóticos se entremezclan masas oscuras de bastante mayor tamaño, irregulares, de muy desigual densidad. Todos estos datos, unidos al antecedente profesional —mineros, canteros, etc. (Þ)— orientan bien el diagnóstico. No hay que olvidar, no obstante, que la asociación de la silicosis con la tuberculosis es relativamente frecuente.

     3. Después de ciertas infecciones, como la gripe o el sarampión, puede producirse una bronconeumonía nodular, diseminada (Tapia), que unas veces produce síntomas agudos, pero otras evoluciona, lentamente, con febrícula. Su imagen radiográfica es muy semejante a la de la granulia fría.

     4. El carcinoma pulmonar puede dar imágenes miliares sin otro síntoma que febrícula (Lenk) y, a veces, el síndrome del corazón pulmonar (Þ). Se trata, por lo común, de cánceres secundarios, cuyos antecedentes, estado general, etc., harán difícil la confusión, salvo los primeros momentos. Otros síntomas: (Þ).

     5. Exactamente la misma imagen radiográfica puede aparecer en las localizaciones pulmonares de la enfermedad de Besnier-Boeck-Schaumann o sarcoidosis (Þ). Es posible que ciertos casos diagnosticados de granulia tuberculosa fría sean errores de diagnóstico con esta enfermedad. En algunos casos puede haber febrícula.

     E) Desde luego, la febrícula puede originarse en lesiones tuberculosas de localización no pulmonar; por ejemplo, ganglionar, casi siempre secundaria a otras lesiones parenquimatosas, por lo común bien diagnosticables; renal, que pueden denunciarse durante largo tiempo sólo por la febrícula, antes de que surjan los otros síntomas (hematuria, etc.); (Þ); genital, sobre todo en la mujer (Þ); etc. El diagnóstico de estos focos tuberculosos solapados supone, muchas veces, una minuciosa exploración, análoga a la que ahora expondré para los focos latentes. Especial interés tiene la tuberculosis ganglionar retroperitoneal, capaz de ocasionar dolor abdominal profundo, masa palpable y detectable por TAC y linfografía, diarreas o estreñimiento (la clásica tabes mesarraica o adenitis mesentérica tuberculosa).



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