Febrícula por focos sépticos distintos netamente del tuberculoso

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Febrícula por focos sépticos distintos netamente del tuberculoso:

      A) Todos los focos sépticos, latentes o no, pueden provocar febrículas. En general, los grandes focos sépticos originan fiebres elevadas; y los focos pequeños y latentes, febrículas; pero no siempre es así; y, en efecto, vemos febrículas, por ejemplo, en un gran absceso hepático; y fiebres altas en abscesos dentarios casi indiagnosticables. La relación de ciertas febrículas con los grandes focos sépticos es evidente, pues el diagnóstico de estos focos suele hacerse sin dificultad (Þ). Mucho más difícil es diagnosticar los focos latentes. Hay casos en los que la subhipertermia es el único síntoma que se encuentra en el enfermo, ya pura, ya acompañada de las otras manifestaciones generales de la intoxicación focal, extraordinariamente frecuente en clínica, y muchas veces indiagnosticada. Se trata de individuos que, además de la febrícula, que puede pasar inadvertida, presenta astenia, quizá muy intensa; inaptitud para el trabajo, pérdida de peso (Þ), cefalea (Þ), tendencia a la anemia (Þ), trastornos hipomenstruales en la mujer joven, dispepsia (Þ), taquicardia permanente, albuminuria (Þ), aumento de la velocidad de sedimentación (Þ), quizá leucocitosis (Þ), a veces leucopenia con mononucleosis (Þ), que, en casos raros, puede convertirse en agranulocitosis (Þ). Es común que se diagnostiquen estos casos de neurastenia, anemia o dispepsia, según el predominio de los síntomas; o de tuberculosis, error este último al que contribuyen las sombras de ganglios hiliares, si el foco responsable asienta en la cabeza. Son muy frecuentes las artropatías (Þ), las neuritis (Þ), la colitis ulcerosa (Þ), estados alérgicos, etc.

     Actualmente existe un marcado escepticismo en relación a la, en otro tiempo, muy diagnosticada infección focal crónica o «croniosepsis». Las sistemáticas amigdalectomías, las curas de las sinusitis crónicas, la extirpación de supuestas «apendicitis crónicas», han experimentado una drástica reducción, no sólo por la introducción de los antibióticos, sino por la falta de consistencia de aquellos diagnósticos en muchos casos y la falta de pruebas en su responsabilidad como focos infecciosos causales de febrícula, «reumatismos» y otros trastornos vagos.

     Cuando el foco séptico latente se sospecha, debe procederse a su comprobación y localización, lo cual exige exámenes clínicos y exploraciones con técnicas especializadas muy minuciosas y repetidas, no siempre fructuosas. En un 25 por 100 de los casos, la comprobación topográfica del foco no se llega a realizar. Los principales focos latentes que hemos de buscar son:

     1. Dentarios (granuloma apical, piorrea). Exige escrupuloso examen de la boca, con radiografía dentaria, sobre todo en los dientes coronados. En la actualidad, el criterio es mucho más restrictivo, respecto a este diagnóstico, que hace algunos años. Los mismos autores americanos que han difundido la teoría de la infección dentaria y han hecho sacrificar inútilmente tantas dentaduras irresponsables, llaman ahora la atención sobre la prudencia con que deben interpretarse estas radiografías, aconsejando, con razón —como fue mi criterio siempre—, que sólo se extraigan los dientes notoriamente infectados clínicamente o con imágenes de granuloma o absceso apical muy bien definido. La interpretación de las radiografías dentarias exige una gran práctica y buen sentido.

     2. Faríngeos. Examen minucioso de las amígdalas, incluso de las no hipertrofiadas, con apariencia sana (Þ). También este sector del foco séptico se ha exagerado mucho y más que mucho. Se han propuesto algunos métodos auxiliares, de utilidad dudosa, según mi experiencia, a los que se aludió oportunamente.

     3. Sinusales. Deben ser examinados los senos, por inspección y transiluminación y radiográficamente sobre todo en las personas afectas de catarros nasales frecuentes: Sobre la sinusitis maxilar, (Þ). Poco más o menos, los mismos datos pueden aplicarse a la sinusitis frontal. Debe el clínico ponerse en guardia sobre el diagnóstico demasiado ligero que ciertas escuelas de internistas y especialistas hacen de las sinusitis.

    4. Adenoiditis. Son responsables de gran número de febrículas, sobre todo en la segunda infancia.

     5. Respiratorios. Todas las posibles supuraciones pulmonares (Þ), bronquiales y pleurales.

    6. Digestivos. Sobre todo colecistitis crónicas (Þ), perigastritis (Þ), absceso subfrénico (Þ), apendicitis crónica e inflamaciones de este grupo, en la fosa ilíaca derecha (Þ), colitis crónica simple o ulcerosa (Þ), etc. La importancia del foco colítico se ha exagerado mucho, sometiendo a los enfermos con febrículas indiagnosticadas a tratamientos penosos e innecesarios (duchas cólicas). Se comprende que, dada la extensión y complicación del aparato digestivo, un foco séptico asentado en su trayecto pueda ser de diagnóstico muy difícil o imposible; por lo que siempre que el foco no se localiza es legítimo pensar en su localización digestiva.

     7. Genitourinarios. Prostatitis (Þ), anexitis (Þ), pielitis (Þ). El grupo urinario de focos latentes es también, en ocasiones, muy difícil de diagnosticar.

     8. Flebitis latentes, quizá de las venas pélvicas, que escapan a la exploración, sobrevenidas a consecuencia de infecciones pélvicas o abdominales.

     9. Otros focos excepcionales. Todas las inflamaciones localizadas imaginables pueden ser la causa de este síndrome, y en todas debe pensarse; he visto, por ejemplo, casos consecutivos a divertículos esofágicos supurados, a periungueítis, etc.

     B) En un grupo de febrículas, el hallazgo positivo de un foco séptico latente, generalmente estreptocócico, coincide con una lesión tuberculosa, residual, latente también. Puede admitirse que, precisamente, los focos sépticos latentes sean capaces de activar la patogenidad de esas lesiones tuberculosas apagadas: muchas veces he observado estos casos de etiología mixta.



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