Retinitis.

Retinitis.  De las lesiones de la retina, la más frecuentemente relacionada con los procesos generales es la retinitis. Cuando afecta a la papila, es decir, a la terminación del nervio óptico, se habla de neurorretinitis (Þ). Puede ser unilateral, pero es casi siempre bilateral. Los síntomas objetivos son los antes indicados. No me refiero a las retinitis secundarias a otras enfermedades oculares, sino a las primitivas. Las principales son:

     A) Retinitis albuminúrica. Se llama así impropiamente, porque puede aparecer en enfermedades renales con escasa o nula albuminuria; se la debe llamar retinitis renal. Hoy se prefiere designarla retinitis o coriorretinopatía angiospárica, ya que puede aparecer en hipertonías arteriales, no siempre renales, avanzadas, con gran elevación de las cifras diastólicas. No es raro que una lesión renal grave se manifieste inicialmente por molestias oculares; si se consulta al internista, éste puede encontrar hipertensión, ruido de galope, etcétera, y hacer la hipótesis, casi cierta, de la lesión renal, que confirma, por una parte, el análisis de la orina y, por otra, el examen oftalmoscópico. Pero otras veces, la retinitis apenas da síntomas subjetivos, y el diagnóstico se hace sólo por la oftalmoscopia. La imagen oftalmoscópica acusa la tumefacción de la retina y de la papila; las sinuosidades de los vasos, sobre todo de las venas; las manchas hemorrágicas, y las manchas blancas, que, en los casos típicos, se disponen en forma estrellada en torno de la mácula. Las arterias muy estrechadas —en «hilo de plata»— al cruzar las venas las dejan exangües en aquel punto y dilatadas en el segmento distal (fenómeno de Gunn, ya presente pero menos acusado en la retinopatía hipertensiva de la hipertonía esencial). Puede aparecer en todas las enfermedades renales, pero, sobre todo, en la glomerulonefritis crónica y en la nefritis intersticial con hipertensión (Þ). No guarda, sin embargo, relación constante con ninguno de los grandes síntomas de esta enfermedad: ni con la proteinuria, como he dicho ya, ni con la hipertensión, ni con la hiperazoemia, etc. En casi todos los casos de retinitis banal hay, y la coincidencia impresiona, hipercolesterinemia. Su pronóstico es habitualmente malo; hay, no obstante, retinitis en las nefritis gravídicas y escarlatinosas que pueden ir seguidas de una reposición del estado local y general.

     B) Retinitis diabética. Sus síntomas subjetivos son los mismos ya indicados. Oftalmoscópicamente, se aprecia en las formas típicas, hemorragias puntiformes o en manchas extensas; y manchas blancas, pero dispuestas irregularmente y no en forma radiada; esto, la presencia de microaneurismas sobre todo, y la ausencia de tumefacción de la papila, distingue la retinitis diabética de la renal; mas lo cierto es que muchas veces esta distinción es difícil, sobre todo por la razón de que ambas lesiones —renales y diabéticas— pueden coincidir; generalmente, la retinitis aparece, en efecto, en diabéticos antiguos, hipertensos, con lesiones renales; pero también, en ocasiones, en diabéticos recientes, sin lesiones vasculares ni renales; mas en uno u otro grupo de casos, según mi experiencia, la hipercolesterinemia falta raras veces. Parece seguro que, desde que se tratan los diabéticos con dietas racionales y con insulina, la frecuencia de esta complicación ha disminuido mucho.

     C) Retinitis de las leucemias y anemias graves. Sus síntomas son los habituales. La imagen oftalmoscópica muestra hemorragias abundantes, manchas blancas, edema.

     D) Retinitis sifilítica. Se presenta en la sífilis adquirida, en el período secundario; en la sífilis congénita, generalmente asociada a la queratitis intersticial (Þ). Puede asociarse también a la iritis, a la coroiditis o a ambas. Sus síntomas subjetivos son los habituales. El examen oftalmoscópico da imágenes inflamatorias, generalmente asociadas a zonas pigmentadas.

     E) Otras retinitis infecciosas. Pueden presentarse en infecciones generales, como la gripe (nunca la he visto), o en septicemias (retinitis purulenta, si hay embolia séptica), en sépticos latentes (principalmente sinusales).



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