Multiplicación de las Células
En los metazoos y metáfitos, la multiplicación de sus células asegura su crecimiento y el reemplazo de las que mueren o son destruidas accidentalmente. Este poder de renovación es tanto más acentuado cuanto menos especializado o diferenciado es el tipo celular y puede presentarse no sólo dentro de los tejidos sino también a nivel de órganos.
Se da el nombre de regeneración a la capacidad que tienen algunos seres de reconstruir los órganos o partes corporales que han perdido accidentalmente. Esta capacidad regenerativa,limitada en las aves y mamíferos a la cicatrización de los tejidos traumatizados, aumenta inversamente al grado de diferenciación y complejidad orgánica y a medida que vamos descendiendo en la escala animal.
Un ejemplo de fácil comprobación es el de la lagartija, que regenera su cola seccionada, o el de la salamandra, capaz de regenerar la pata perdida accidentalmente.
Este fenómeno alcanza sus máximas potencialidades en las plantas y en los invertebrados de extrema inferioridad. Fijándonos exclusivamente en los últimos, veremos que si se le corta la cabeza a una planaria. un fragmento de su cuerpo a una lombriz de tierra, o uno de sus brazos a una estrella de mar, es suficiente un lapso relativamente corto para que aparezca una nueva cabeza en la planaria, para que reorganice el fragmento perdido la lombriz, o para que forme un nuevo brazo la estrella de mar.
La totipotencialidad de las células parenquimáticas o indiferenciadas de estos organismos posibilita su regeneración aun en casos extremos. Si se secciona en múltiples fragmentos el cuerpo de una esponja, el de una planaria o el de una hidra de agua dulce, cada uno de estos fragmentos es capaz de llegar a regenerar un organismo completo, e igualmente ocurre con el brazo seccionado a una estrella de mar, a expensas del cual puede reorganizarse el animal completo. Estrechamente relacionada con esta asombrosa capacidad de regeneración, la multiplicación vegetativa es un fenómeno reproductivo muy frecuente en el mundo vegetal, encontrándose en cambio limitada a los más pequeños metazoos dentro del reino animal. En los vegetales inferiores (líquenes, musgos, etcétera) es frecuente la multiplicación por escisión, que se realiza a expensas de porciones pluricelulares de su aparato vegetativo o propágulos que, después de desprenderse espontáneamente, desarrollan un cuerpo vegetal independiente. En los cormófitos o plantas superiores, la multiplicación vegetativa suele tener lugar mediante un proceso de gemación, a partir de yemas constituidas por tejido meristemático totipotente y protegidas por hojas escamosas; estas yemas, situadas en tallos rastreros o estolones, o aparecidas en la parte subterránea de la planta (en rizomas, tubérculos o bulbos) y capaces de dar origen a nuevas plantas, facilitan, por ejemplo, el cultivo de la patata mediante la siembra de fragmentos de este tubérculo.
La gemiparidad, la multiplicación por gemación, se presenta en algunos metazoos inferiores de vida sésil, briozoos y celentéreos, por ejemplo, y tampoco falta en algunos grupos animales más evolucionados, como los tunicados, en los que esta multiplicación vegetativa, de carácter muchas veces subsidiario, da frecuentemente origen a la aparición de agrupaciones coloniales, como sucede también en los invertebrados citados en primer lugar.
La escisiparidad, que consiste en una división binaria o múltiple del organismo metacítico, es un proceso multiplicativo ampliamente difundido entre las esponjas y algunos pólipos, y es también una característica forma de reproducción ágama de algunos ofiuroideos; se presenta asimismo entre los anélidos poiique-tos bajo aspectos muy diversos y característicos de cada especie. Una versión muy particular de división múltiple, la estrobilación, asegura la multiplicación de las formas larvarias polipoideas o escifistomas de los escifozoos o acalefos.
Se trata de una modalidad de reproducción asexual privativa de los vegetales y algunos protozoos, en la que la formación de nuevos individuos no corre a cargo de masas celulares sino de una célula única: se trata de la esporulación. Estas células reproductoras, que se forman en las plantas, en unos órganos especiales denominados esporangios, se caracterizan por su notable resistencia frente a las condiciones desfavorables del medio. La esporulación permite además una gran dispersión geográfica de los organismos, realizada pasiva o activamente, lo que –unido al gran número de esporas que frecuentemente se forman– garantiza ; el éxito de la reproducción.
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Imagino que pasaria si los seres humanos fuesemos asexuales y pudiesemos regenerar nuestros tejidos 🙂