Infrasónico

Infrasónica y Ultrasónica

Las ondas de presión («sonidos») de frecuencias inferiores al límite más bajo de la capacidad auditiva humana (unos 20 Hz) reciben el nombre de ondas infrasónicas; las que exceden el límite audible superior (aproximadamente 18 000 Hz) se llaman ultrasónicas. Aunque no las oímos los humanos, pueden oírlas algunos animales. Por ejemplo, muchas especies de murciélagos, sobre todo los insectívoros, se guían en el vuelo por los ultrasonidos; emiten chillidos ultrasónicos y miden las distancias que los separan de los obstáculos por el tiempo que tarda en llegarles el eco. En el otro extremo de la escala de frecuencias, algunas especies de arañas detectan las ondas infrasónicas (cuya fuente natural son los terremotos).

El ultrasonido tiene varios empleos prácticos, siendo uno de los más comunes la medición y cartografía del fondo del mar mediante la técnica llamada sonar (acrónimo de SOund Navigation And Ranging, navegación y telemetría por el sonido). A diferencia de las ondas electromagnéticas, como la luz, las ondas ultrasónicas casi no son absorbidas por el agua. Además, debido a su altísima frecuencia, se pueden concentrar en haces estrechos que ahondan en el mar sin perder mucha energía por difracción; esto las hace muy indicadas para medir las profundidades submarinas. El sonar funciona exactamente como el sistema de ecolocación de los murciélagos (y cetáceos): se determina la distancia a base del tiempo transcurrido entre la emisión de una pulsación ultrasónica y la recepción de su eco.

El ultrasonido es también muy útil en medicina, sobre todo para la exploración fetal durante el embarazo. Es también una técnica similar a la del sonar: las ondas ultrasónicas reflejadas por el feto permiten «cartografiar» la criatura nonata y averiguar si padece alguna anormalidad. Este tipo de examen tiene varias ventajas: no implica cirugía, es relativamente fácil de efectuar y, sobre todo, totalmente inofensivo para la madre y el nonato hijo. Las ondas ultrasónicas se emplean también para examinar el cerebro y, acudiendo al efecto Doppler, para vigilar los movimientos del corazón y la circulación de la sangre.

Entre otras aplicaciones del ultrasonido están la detección de defectos internos del metal, la determinación del grosor de la carne magra y grasa en el ganado cuando las reses están aún vivas y la soldadura de piezas de metal sin necesidad de someterlo a fusión.

A diferencia del ultrasonido, el infrasonido tiene pocos empleos. Su aplicación principal está en la exploración sismográfica, donde se analiza el comportamiento de las ondas infrasónicas generadas por explosiones subterráneas, para averiguar los tipos y propiedades de las rocas adyacentes.

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Los murciélagos insectívoros se guían y localizan su presa mediante el eco: un mecanismo similar al del sonar, obra del hombre. Los quirópteros emiten chillidos ultrasónicos y, por los ecos recibidos en sus enormes orejas, sitúan las posiciones y las distancias de los objetos. La frecuencia de sus chillidos varía con las especies, pero en su mayoría se hallan entre los 30 000 y 80 000 Hz, muy por encima del límite superior de la percepción auditiva humana



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