Vértigo auricular.
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I. Vértigo auricular. El mayor número de los casos débese a una alteración del oído, y se acompaña de síntomas directamente auriculares —tríada clásica: vértigos, hipoacusia, zumbidos—, por lo que, espontáneamente, los enfermos atribuyen sus trastornos vertiginosos al oído. Los trastornos auriculares no se descubren otras veces; pueden ser latentes y pasar inadvertidos incluso, durante mucho tiempo, a los propios especialistas, como varias veces he comprobado; pero es seguro que un fondo de lesión o de alteración funcional profunda del oído interno es preciso para que el vértigo se produzca y que sobre esta predisposición actúan las otras causas, que son tan numerosas que, en realidad, apenas hay estado patológico al que no se le pueda achacar alguna vez el vértigo. El factor auricular suele ser una alteración del laberinto posterior o vestibular, formando, pues, parte del síndrome laberíntico o, más exactamente, vestibular. Se presenta por accesos aislados, intensos, constituyendo el síndrome, más que enfermedad, llamado vértigo de Ménière. En este vértigo laberíntico la inestabilidad y la sensación giratoria son muy intensas y se acompañan de ruidos de oído, sordera, vómitos o náuseas, muchas veces nistagmus, espontáneo o provocado (Þ); y ataxia o marcada hipotonía muscular (Þ). Puede durar el estado de vértigo desde unas horas a tres o cuatro días, durante cuyo tiempo el enfermo está obligado a permanecer inmóvil, a oscuras; cualquier movimiento de la cabeza basta para que el ataque se reitere; una tendencia vertiginosa suele persistir bastantes días después de terminado el ataque. La repetición de éste puede alterar el estado general (adelgazamiento, dispepsia, ansiedad, melancolía). Hay muchas variedades clínicas, pero todas tienen la misma significación laberíntica. A veces, se puede presumir que la lesión afecta principalmente al conducto semicircular externo, porque entonces los objetos giran horizontalmente y el enfermo tiene tendencia a caer hacia el lado afectado (es decir, hacia la derecha o hacia la izquierda, según cuál sea el oído de la lesión). Cuando la lesión afecta al conducto superior, los objetos giran en sentido vertical y el paciente tiende a caer hacia adelante. Pero es excepcional el que puedan hacerse clínicamente estas distinciones. Los síntomas digestivos (náuseas, vómitos) pueden ser muy importantes; unas veces preceden al vértigo, dando la falsa impresión de que éste se debe a un trastorno gástrico; otras, acompañan al vértigo; otras le siguen y anuncian su final.
Actualmente, en cuanto al mecanismo de producción de los vértigos de Ménière y menieriformes, se supone se trata de un «hidrops endolinfático», tras una fase de hiperproducción de perilinfa, por disfunción vasomotora de distinto origen. Las causas que producen la alteración laberíntica son las siguientes:
A) Sífilis. Su frecuencia es evidente. Aparece en el período secundario o en el terciario o en cualquiera de las manifestaciones tardías de la neurosífilis (Þ). Algunos exageran esta etiología preconizando el tratamiento antisifilítico en todo vértigo de causa no claramente demostrable. Desde luego, es en lo primero en que debe pensarse ante un vértigo típico; pero deben igualmente tenerse presentes otras posibilidades. Actualmente es rara esta etiología.
B) Otras infecciones, agudas (tifoidea, gripe, paludismo, meningitis, etc.), o crónicas, principalmente los focos sépticos (dentarios, amigdalinos, etc.). En todos estos casos es difícil precisar si se trata de verdaderas laberintitis o de simples impregnaciones tóxicas de este órgano. Una laberintitis supurada puede complicar a las meningitis por piógenos y viceversa.
C) El mismo mecanismo impregnatorio tiene el vértigo relacionado con los tóxicos exógenos:
1. Intoxicaciones habituales: Tabaco: hay que pensar siempre en él, aun en fumadores discretos y «que no se tragan el humo». El alcohol puede ser también una causa de vértigo, aun en bebedores discretos.
2. Intoxicaciones medicamentosas: Las principales son: quinina, salicilatos, salvarsán, estreptomicina y otros antibióticos aminoglicósidos como la gentamicina, que pueden producir destrucción laberíntica y vértigo antes de la sordera. También los barbitúricos y algunos ansiolíticos si se suman al alcohol.
3. Muchas intoxicaciones profesionales o accidentales pueden revelarse por vértigos; debe siempre pensarse en ellas y buscarlas cuidadosamente ante todo vértigo mal explicado. Véase el capítulo correspondiente (Þ). Entre las intoxicaciones habituales, citaré como causa frecuente de vértigo la del monóxido de carbono; pero deben buscarse otras.
D) Las intoxicaciones u otras alteraciones endógenas son muy importantes y no todas igualmente conocidas. He aquí las principales:
1. Vértigo de origen gástrico —por ejemplo, en el síndrome de «dumping», de los resecados según la técnica de Billroth II—, intestinal (principalmente en los grandes estreñidos), hepático. Este último es frecuentísimo, actuando la alteración hepática ya como causa directa, ya colaboradora de otras causas, principalmente los tóxicos exógenos.
2. Vértigo hiperuricémico, que se presenta en los gotosos, ya declarados, en cuyo caso el diagnóstico es muy fácil, ya en las formas atenuadas, de diagnóstico difícil.
3. Vértigo hiperglucémico, que aparece en las diabetes y en los estados prediabéticos: en todo caso de vértigo deben investigarse cuidadosamente los antecedentes diabéticos y la curva de glucemia.
4. La hipoglucemia puede manifestarse por estados vertiginosos: ya la postinsulínica, ya la espontánea.
5. Los estados acidósicos son responsables de algunos vértigos que aparezcan en las fases avanzadas de la diabetes, de las hepatopatías, del hipertiroidismo, de la acidosis infantil, de la insuficiencia suprarrenal.
6. En ciertos casos se atribuye el vértigo a retención sódica, por lo que, por extensión, se ha aconsejado el tratamiento pobre en cloruro de sodio a todos los casos de vértigo. También se ha señalado la hiperpotasemia.
7. En las épocas de restricción alimentaria se observa con frecuencia el vértigo; se ha atribuido a diversas avitaminosis; pero su mecanismo es dudoso, probablemente complejo (hipotensión arterial, acidosis, frío, influencia psíquica, etc.).
8. Se ha supuesto que estados de alergia, sobre todo alimentaria, pueden dar lugar a una hidropesía endolinfática, causa del vértigo, que se curaría por la supresión del alimento causante. Investíguese, en estos casos, el estado hepático y la posible sensibilización inmunológica.
E) Las lesiones esclerósicas del laberinto (osteoespongiosis), (Þ) son causa frecuentísima del vértigo; en estos casos aparecen generalmente la sordera, los ruidos, etc., precediendo, durante largo tiempo, al vértigo mismo. Sin embargo, tampoco es raro el que la primera manifestación subjetiva de la esclerosis sea el vértigo, diagnosticándose, al ser explorado el enfermo con motivo de éste, una sordera inicial, que había sido inadvertida. En algunos casos, en el curso de la esclerosis, aparecen y desaparecen episodios diversos de vértigo.
F) Las hemorragias del oído interno son causa también de vértigo, a veces gravísimo; tal ocurre en las hemorragias de los enfermos vasculares y de los leucémicos, hemofílicos y policitémicos; estas verdaderas apoplejías laberínticas se acompañan de un síndrome completo de sordera, ruidos, etc., y su diagnóstico, por la concomitancia de los síntomas generales, suele ser muy fácil.
G) Lesiones tumorales del oído interno: el vértigo puede ser el síntoma precursor de esta rara lesión, dando lugar a toda clase de diagnósticos y ensayos terapéuticos hasta que el progreso de la enfermedad permite al especialista el diagnóstico exacto.
H) Las lesiones del oído medio y externo (otitis, concreciones de cerumen, cuerpos extraños, inflamaciones, barotraumas, etc.) ya he dicho que pueden ser también causa de vértigo. Las otitis medias agudas o crónicas pueden provocar irritación laberíntica con vértigo, ataxia y nistagmus. Si producen fístula laberíntica es típico que el vértigo ocurra cuando el enfermo comprime con su dedo el conducto auditivo externo.
I) En el síndrome de Cogan se asocian el vértigo menieriforme —con acúfenos y sordera o hipoacusia— y una queratitis intersticial no sifilítica. Probablemente es una anomalía fenocópica.
J) El catarro tubárico, por faringitis o adenoides, puede desequilibrar la presión en la caja del tímpano y, aparte de trastornos de audición, ocasionar sensaciones vertiginosas.
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