Disartria.

Disartria.  Se llama así a la dificultad en la articulación de la palabra. Las sílabas se arrastran, se dilatan por la torpe pronunciación de ciertas letras, obligando al enfermo a forzar los movimientos de los labios y lengua y a veces a gesticular en apoyo de estos movimientos. Varía la disartria desde grados ligeros, apenas perceptibles, a grados tan extremos que hacen ininteligible la palabra. Es clásica la prueba, en los casos dudosos, de hacer pronunciar al enfermo una frase con muchas erres («tercera brigada de artillería», «tres mil trescientos treinta y tres», etc.). No depende de lesiones corticales en las áreas del lenguaje, sino de la vía motora (central o periférica), del sistema extrapiramidal, del cerebelo o de los músculos:

     A) La forma más frecuente de la disartria es la de la parálisis general debida, en gran parte, como otras disartrias, al temblor de la lengua y de los labios. No son excepcionales los casos de esta enfermedad que se diagnostican por la disartria cuando aún no ha aparecido ningún otro síntoma (Þ).

     B) La disartria de los alcohólicos, débese también al temblor y puede ser idéntica a la de paralíticos generales; sobre el diagnóstico diferencial, quizá difícil, entre ambos procesos, (Þ).

     C) Es, sobre todo, típica de la disartria por temblor, la de la esclerosis en placas: palabra entrecortada («escandida», dicen bárbaramente muchos autores españoles), explosiva y silabeante, como la de un hombre que habla mientras cabalga (no siempre es exacta esta clásica comparación): (Þ).

     D) En la ataxia espinal hereditaria (Þ), hay esta misma palabra entrecortada. También en la atrofia cerebelosa.

     E) En la parálisis seudobulbar puede haber disartria, a veces parecida a la de la parálisis general, de origen central. Aparte de los otros síntomas de esta enfermedad (Þ), muy característicos, los enfermos presentan una especial voz opaca, con dicción monótona, que ayuda al diagnóstico.

     F) Hay disartria en todos los casos en que existe paresia o parálisis de la musculatura de los labios, lengua o paladar: por tanto, en las parálisis protuberanciales —como en el «síndrome de deseferentación»— y bulbares (Þ), miastenia (Þ), parálisis facial bilateral (Þ), parálisis diftérica (Þ); en algunos casos de tumor cerebral, de meningitis basilar. También en las miopatías distróficas, como en la miopatía facioescapulohumoral y en la distrofia miotónica.

     G) Cuando hay contractura de estos mismos músculos: síndromes estriados (enfermedad de Wilson): (Þ), parkinsonismo encefálico (Þ). La palabra de los encefalíticos es muy típica, no sólo por la disartria debida a la contractura, sino por la lentitud del fraseo, la voz sin resonancia y, a veces, por el contrario, la pronunciación rápida (taquifemia) con repetición de las últimas sílabas (palilalia); es ésta una de las enfermedades que se diagnostican sin más que oír hablar al paciente. En otros síndromes extrapiramidales, como las coreoatetosis.

     H) También en el mixedema del adulto existe disartria junto a bradilalia y voz nasalizada.

     I) En las lesiones de la boca: fisura palatina, labio leporino, prótesis dentarias, etc.

     J) Disartria por drogas y toxinas: en el botulismo, por barbitúricos, morfina y otros opiáceos.



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