Adaptación de los organismos

La adaptación a un medio y a un género de vida común puede ser cau­sa de que animales pertenecientes a distintos grupos taxonómicos ofrez­can un aspecto general semejante, fenómeno que recibe el nombre de adaptación convergente.

Un ejem­plo muy típico de la misma es el de la forma pisciforme adquirida por al­gunos reptiles ya extintos (ictiosau­ros) y por mamíferos actuales (delfi­nes), que responde a los problemas que debe afrontar un animal depre­dador marino para conseguir un rá­pido desplazamiento en su medio vi­tal.

En el mundo vegetal tenemos, como ejemplo, la forma en “cande­labro^” que adoptan plantas suculen­tas, pertenecientes a distintos gru­pos, como adaptación a la vida xerófila.

El fenómeno de adaptación di­vergente, opuesto al anterior, da origen a la aparición de formas muy va­riables y dispares dentro de un grupo taxonómico cuyas especies se han adaptado a géneros de vida y hábitats distintos.

Los marsupiales australianos, mamíferos primitivos aplacentarios, entre los que se encuentran formas de fascies y hábitos similares a mamíferos herbívoros, roedores, insectívoros, carnívoros y otros, constituyen un ejemplo muy típico de esta divergencia adaptativa.